domingo, 2 de septiembre de 2012

Fin de semana frenético: viernes

Llevamos un par de días sin sentarnos y sin tiempo para nada, ya que todo se ha acelerado y nos ha tocado trasladarnos de piso. Perdón por la desconexión, que sé que algunos estaban pendientes de noticias.

El viernes por la mañana nos plantamos en el portal de nuestro nuevo piso para recibir las llaves, y aún con un poco de preocupación de si todo sería un tongo o habría alguna sorpresa desagradable de las inmobiliarias; pero no, a las 10 en punto (aquí son puntualísimos) apareció William, el de la agencia, a lomos de su brillante corcel (una moto) a rescatarnos de la incertidumbre y revisar el piso con nosotros. Fuimos por la casa comprobando que todo se encendía y funcionaba y tras firmar nuestra parte del contrato nos ofreció gestionar el cambio de titularidad de agua, luz y gas. Le pregunté si eso conllevaba más comisiones y le hizo mucha gracia, nos dijo que si no nos parecía que ya habíamos pagado bastante y que ya parecíamos holandeses, preocupándonos tanto de los dineros. Es sabido que los tulipandios tienen fama de tacaños, pero por suerte parece que tienen la capaciddad de tomárselo a broma y hacer bromas sobre el asunto. En fin, resumiendo: no nos cobran por ese servicio y la verdad es que se agradece y el palo de la agencia duele un poco menos.

Cuando terminamos eran las y media y sonó el timbre: se trataba de un limpiador de la agencia que venía a dejar el piso pimpante y listo para su habitabilidad. Era un chico colombiano con el que estuvimos de cháchara un rato. Ha vivido en España y de ahí se vino para acá hace un par de años. Como todo el mundo, opina que lo peor no es el frío sino la falta de horas de luz, pero que por lo demás la vida aquí le parece estupenda. Le dejamos limpiando y nos fuimos a la tienda de UPC más cercana a contratar el internet para tenerlo lo antes posible.

En la tienda nos atendieron rápido (otro becario larguirucho, o quizás el mismo), nos ofrecieron diversos paquetes con más o menos megas y más o menos canales de televisión, y nos decidimos por el más sencillo que si se nos queda corto ya veremos. El chaval que nos atendió dijo que ahora empezaba a estudiar español para reforzar sus estudios de economía, y que le han dicho que es un idioma muy fácil. Le deseamos suerte (pobrecillo, no le queda nada), y de ahí nos dirigimos a casa a comer pronto porque por la tarde teníamos la reunión del colegio para nuevos alumnos, algo que tenía preocupado a mi hijo porque cambiar de cole nunca es plato de gusto y ser el nuevo da un poco de miedo, algo que yo misma he vivido unas cuantas veces. Mañana lunes, sin ir más lejos, me toca volver a ser "la nueva" una vez más.

El colegio abrió las puertas a la hora exacta. Es una gozada lo serios que son con la puntualidad en este país, la verdad. Es como las inmobiliarias, si te cita una a las 9 y otra a las 10 ya sabes que cumplirán esos horarios y te dará tiempo a ir a ambos sitios sin acumular retraso. A lo que iba: el colegio abrió, entramos en masa los treinta (o así) grupitos de alumnos nuevos y sus papás, y subimos a un aula con un pantallón interactivo de estos alucinantes. Nos recibió la adjunta del cole y fue todo un poco caótico, porque tenía que haber estado el director pero le había surgido un problema familiar; así que cuando llegó el momento de las preguntas la pobre mujer no sabía responder a todo, sobre todo a preguntas de detalles como el material de cada curso, etc. Fue todo un poco caótico y en parte nos recordó al anterior colegio, que estaba muy bien pero no destacaba por su capacidad organizativa.

Luego había preparada una merienda pero por algún motivo desconocido, habían calculado que irían la mitad de niños y padres (sorprendente porque es un día importante, la reunión de bienvenida a los nuevos alumnos, y sin embargo pensaron que no iría casi nadie), así que por pudor nadie cogió nada y la gente empezó a dispersarse por el cole a ver las instalaciones. El colegio está bien, es un edificio antiguo típico holandés en el que los niños desarrollarán unos gemelos sensacionales a base de subir escaleras de un aula a otra, con ventanas enormes y aulas luminosas y con techos altos. Acabamos en el patio, que está bien y como curiosidad es compartido con otros dos coles con los que forma la manzana el nuestro. Hay horas en las que coinciden los niños de este cole con niños holandeses y me parece fenomenal, a ver si cogen algo del idioma. Javi se puso a trepar y brincar por los columpios, y al minuto volvió dando saltos y diciendo que ya tenía una nueva amiga que está en su clase, habla francés como él y va a enseñarle a montar en bici. Nos sorprendió y alegró mucho, sobre todo porque se le veía lo preocupado que había estado con el tema del cole y lo aliviado que se sentía de que sí entendía a los demás niños. Ahora lleva tres días hablando del cole y contando los días que quedan para el miércoles.

Entre los padres había un par de parejas de españoles más, pero sólo hablamos con una que venían de vivir en París, que llevan un mes aquí pero dejaron todo su traslado en manos de una agencia (pagas y te buscan piso, resuelven papeles, etc.) y nos miraron como a locos por buscar piso por nuestra cuenta. Lo que sí nos contaron, que no sabíamos, es que hay varios tipos de guardería que varían mucho en precio, lista de espera y forma de funcionar. Como se supone que en breve nos viene alguien de Servicios Sociales a contarnos todo el tema infantil, ya nos pondrá al día. Aquí no es como en España, que tienes un médico pediatra de cabecera y de él vas a lo demás; en Holanda el intermediario entre tú y el sistema médico es una persona que viene a domicilio y te va asesorando, además de comprobar que la casa es apropiada para el niño (alucinante).

De ahí volvimos al piso viejo a empaquetar todo y limpiar, ya que al día siguiente tocaba mudanza.

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