domingo, 2 de septiembre de 2012

Fin de semana frenético: sábado

El sábado tocó madrugar para poder dejar la casa limpia, las maletas cerradas y llegar al piso nuevo a las 11 (pedaleando desde el piso viejo), ya que nuestros sufridos amigos se habían ofrecido a ayudarnos con el traslado de maletones, y había que estar en el piso viejo a las 12 para devolver la llave y recuperar la fianza.

Por suerte hacía un día estupendo, y no es ninguna tontería porque atravesar Ámsterdam de norte a sur en bici con el carrito, bolsas y los dos niños con lluvias torrenciales es una pesadilla, mientras que hacerlo con la ciudad aún despejada y el sol brillando es un paseo.

Al llegar a la casa y empezar a desembalar subieron por la escalera un vecino con sus niños, los dos pequeños y todos holandeses prototipo. Venían del parque. Se presentó, muy simpático, nos dijo que lo mejor es dejar el carrito en el portal para evitar escalar los peldaños con él, y que para cualquier cosa ahí le tenemos. Declaró encantarle España y haber estado en Barcelona, pero no conocer Canarias (ni le sonaba) ni Madrid. Por supuesto chapurrea un par de frases en español y esto es normal aquí, cada vez que digo que soy española me sueltan alguna frase y declaran haber estado en España, normalmente en Barcelona. Mi hermano ya me había contado que donde él trabaja, todos los guiris tienen Barcelona como ciudad referencia en España, y es sin duda el sitio más conocido y visitado, seguido de cerca por Ibiza o Mallorca.

No había pasado ni un cuarto de hora y apareció otro vecino (teníamos la puerta abierta), que también se presentó y parece simpático. El tío venía comiéndose un bocata de arenques a las diez y media de la mañana, con lo que se delató como holandés de pro; nos informó de que el mejor pescado se encuentra en el mercado del barrio y que para cualquier cosa ahí está él un par de pisos más arriba. También nos contó que lleva cuatro semanas casado, que su mujer es indonesia, que no se acostumbra a llevar anillo y que tiene una tendencia (compartida con mi marido) a perder las cosas constantemente. Ahora que llevamos un mes aquí puedo decir que eso de la frialdad y cerrazón de los holandeses o bien es un mito o bien es que hemos topado con todas las excepciones porque sólo hemos tratado con gente agradable y educada. La única excepción son los revisores de tranvía, en general unos profesionales de la bordería y sequedad, pero eso debe ser algo que exigen para el puesto porque al parecer tienen fama.

Al poco rato llegaron D&K con el coche. Alejandro se fue con K a recoger las maletas y devolver las llaves del piso viejo y yo me quedé con los críos y D en la casa, recolocando todo y procurando evitar que la niña metiese los dedos en todos los enchufes de la casa. Ha empezado a arrastrarse estos últimos días. No se le puede llamar gatear, porque es como lo que hacía su hermano, arrastrarse por el suelo pero siempre sentada; ahora no se la puede perder de vista ni un momento porque tiene ese don de los bebés para localizar el objeto más peligroso de la habitación y dirigirse a él justo en el momento en que miras otra cosa.

Cuando estuvimos todos y las maletas en casa, trajimos la comida de un turco del barrio: unas empanadas de trigo y carne alucinantes y unas tortillas de trigo (parecidas a las de fajitas mejicanas) con lechuga, limón y unas bolitas amasadas de trigo y especias que nos zampamos estrenando la mesa del comedor. Este barrio está surtidísimo en comidas étnicas varias y ya tenemos localizado un tailandés, un chino-surinamés, un japonés de sushi, varios kebabs, un italiano, un mejicano y por supuesto un puesto de kroketen holandesas. Hay además unos cuantos supermercados y pastelerías de diferentes comidas, por ejemplo una tienda polaca y una pastelería de balaclavas. Sólo nos falta una panadería francesa o belga, pero aún no hemos pateado todo el barrio.

Tras la comida, K se empeñó en dejar preinstalado el módem y el sistema de la tele para que cuando lo activase la compañía estuviese todo listo. Ahí vi que cuando el de la tienda me dijo que instalarlo era "intuitivo" y "sencillísimo" mi sensación de pánico estaba fundada: mil cables y clavijas con menús de conexión y de elección de idioma, rollos interactivos, códigos que nadie nos había apuntado, etc. Además los anteriores dueños habían dejado los menús de la tele en ruso, para mayor diversión. Por suerte K se las sabe todas y logró descifrar el sistema y configurarlo, gracias a él hoy mismo teníamos ya internet y puedo poner al día este blog.

A media tarde se fueron y nosotros seguimos con la casa: compras que hacer, maletas que vaciar, en fin, todo aburrido de contar aquí. Por la noche pudimos comprobar que el piso es bastante silencioso a pesar de tener debajo una calle relativamente ancha y un bar. Así que de momento, todo estupendo.

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